domingo, 4 de marzo de 2007

Día de Clásico

No es la primera vez que voy al Estadio a alentar a Alianza Lima o a la Selección Peruana, pero la noche del Sábado creo que fue un poco especial, porque me di cuenta que la pasión que nos envuelve en el momento de cruzar la puerta, desde la cual se puede ver el verde cesped (lamentablemente aún artificial) y escuchar los primeros cánticos de las hinchadas (que no les importó ir con media hora de anticipación al estadio y, ni les va a importar gastar sus gargantas hasta la afonía por las siguientes dos horas), es casi inigualable.
Es realmente increible como personas de todos los estratos sociales, de los pensamientos más antagónicos pueden confluir en un sólo objetivo: alentar a su equipo y maldecir al rival (porque siempre hay un contrario), esta meta se mantiene latente durante dos horas que, para los relojes de un hincha pueden parecer simplemente unos pocos minutos (dependiendo de la versatilidad del encuentro).
Es muy cierto que el futbol peruano en la actulidad es totalmente intracendente en el plano internacional, sin embargo, para la vibra y la pasión que se siente dentro del estadio es plenamente intracendente la situación de nuestro futbol fuera de las fronteras.
Derrepente si se está sentado frente a una televisión y se es exigente con ver buen futbol, puedas cambiar algunas veces para ver otros partidos o simplemente ver otra cosa, pero dentro del estadio la televisión no existe, los mejores partidos no existen, las otras cosas no existen; sólo existe el balón.
Por lo tanto, sería muy triste menguar o (en el peor de los casos) perder esta sensación de apoyar a ciegas a tu equipo; a pesar de saber que no son buenos, ni que van a ir a un mundial o campeonar una copa internacional; sin embargo, durante dos horas nos damos cuenta que dentras de las olas y los cánticos más apasionantes está la idea (temporal) que tu equipo es el mejor del mundo.

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