El hombre de madera

Un sábado por la noche me quedé en casa y conocí a un hombre de madera… lo raro fue que no lo conocí por sus palabras (no empezamos ni terminamos una conversación), sino por su mirada y su silencio.
No me había percatado que los sábados por la noche pueden ser un martirio… su mirada se perdía en un océano de tristeza, sus gestos transitaban en el olvido…. podía notar que pensaba en ella, era inevitable.

Al verlo, pensaba… me quedan muchos años por delante, pero a él no… sólo le queda recordar lo bueno que fue el pasado y lo estupendo que sería el presente con ella a su lado.
Me queda mucho por vivir… pero a él cada ves menos por ver, y mi alma se quiebra en dos al imaginar que él caminará solo hasta le final.

Se preguntarán si es justo que me quede con los brazos cruzados, si es justo que a veces lo vea marchitarse por dentro y no haga nada al respecto… la verdad no es justo, pero por alguna extraña razón aún no hablamos el mismo idioma, pero pronto lo haremos, tarde o temprano nos entenderemos.

Él se levanta temprano, su cama está mas pegada a la pared y ahora sólo hay una mesa de noche…pensó que ya se había acostumbrado, pero los recuerdos siempre vuelven como bumerangs de piedra y si que duelen…

Cuando sonríe no entendemos exactamente por que lo hace, pero sonreímos con él, cuando está triste su silencio dice más que cien palabras y entendemos rápidamente la razón.
Sé que esta historia va a continuar, pero también sé que su final va a ser diferente al esperado, va a ser mucho mejor… no es sólo un presentimiento sino una futura realidad… espero no equivocarme… espero verlo caminar hacia ella con dos girasoles y que le diga: te extrañé, pero estoy feliz porque ahora caminaremos juntos para siempre, ella le responderá: si, pero acá para siempre es poco tiempo, y él responderá: para mi es suficiente… ella lo mirará y le sonreirá…luego le peguntará ¿cómo están todos por allá?... él dirá: todos están bien… al final me entendieron.



Para Tula y Enrique